El físico Christiaan Huygens (1629 - 1695) tenía en una pared de su dormitorio dos relojes de péndulo de su propia invención. En febrero de 1665, convalecía de una gripe en su cuarto. Mientras los miraba aburrido, se dio cuenta que los péndulos de ambos relojes estaban perfectamente sincronizados. Esto le llamó poderosamente la atención porque sabía que era prácticamente imposible que ambos péndulos oscilaran exactamente igual por azar. Es más, era casi imposible que se mantuvieran así durante mucho tiempo. Los observó durante horas y ambos relojes seguían sincronizados. De modo que supuso que, de alguna manera, los relojes estaban interaccionando. Huygens intuyó que eran las vibraciones que se transmitían por la pared donde ambos relojes estaban colgados, así que colocó uno de los relojes en el otro extremo de la habitación y al poco tiempo ambos se desincronizaron. El acoplamiento de los relojes a través de la pared generaba la sincronía o sincronización entre ellos.
En la observación de Huygens, cada reloj era un oscilador, un péndulo. Como la precisión de sus mecanismos todavía no estaba muy desarrollada, cada uno exhibía una frecuencia de oscilación apreciablemente distinta. Es decir, cada péndulo realizaba un recorrido de ida y vuelta en un tiempo ligeramente diferente. La pared era el medio a través del cual los osciladores estaban acoplados. La oscilación de uno de los péndulos provocaba una vibración que, transmitida por la pared, era sentida por el otro, y viceversa. El resultado del acoplamiento entre ambos fue la sincronización. Ambos péndulos acababan haciendo su recorrido de ida y vuelta en el mismo tiempo, con la misma frecuencia. Acababan oscilando al unísono, al compás. Y no solo eso, sino con la misma fase. Este fenómeno puede verse en un sencillo experimento con metrónomos. Se coloca a varios de ellos desacompasados sobre una superficie flexible. Al cabo de unos segundos los metrónomos empiezan a sincronizarse.
La tendencia a la sincronización en la naturaleza es un fenómeno que ha interesado mucho últimamente a los biólogos. Un caso espectacular es el de las luciérnagas macho que son capaces de emitir pulsos de luz. Cada luciérnaga posee una especie de oscilador cuya frecuencia se ajusta en respuesta a los flashes de otras luciérnagas. Los machos se juntan por miles y logran sincronizar sus frecuencias para emitir un pulso de luz rítmico con la intención de llamar la atención de las hembras a larga distancia. Así, algunas noches, a las orillas de los ríos de Malasia, miles de luciérnagas enamoran con un espectáculo de luces rítmicas. Un efecto hipnótico-auditivo parecido al que nos producen los grillos de nuestros campos cuando cientos de ellos sincronizan sus chirridos. Otros fenómenos de autoorganización que todos hemos comprobado alguna vez son los aplausos en un auditorio o los cánticos en un estadio de fútbol. Inexplicablemente, pese a tratarse de miles de personas que no se conocen, terminan sincronizados.
3 Reply to "Sincronización espontánea"
Vera Clyde on 29 de abril de 2008, 2:35
Siempre es un placer descubrir blogs con contenidos tan interesantes como este.
puntomatic on 29 de abril de 2008, 9:57
Muchas gracias.
Esco Guilmon on 29 de septiembre de 2008, 7:26
Muy interesante el artículo, gracias.
Con tu permiso, lo incluyo como referencia en un grupo de fotografía que intenta recoger fotografías de gente en situaciones de "sincronización" espóntanea.
( http://www.flickr.com/groups/899253@N23/discuss/72157607574633557/ )
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