Bruce K. Alexander y los mitos sobre la adicción. 4

lunes, marzo 30, 2009 | Escrito por | Etiquetas

La versión oficial sobre lo que ocurre con la adicción a las drogas (la que nos cuentan siempre en televisión, por ejemplo) es que las principales sustancias psicoactivas (cocaína, heroína y otros opiáceos) producen un rápido y potente enganche del que resulta muy difícil salir, cuando no imposible. Como prueba de ello, se esgrimen los numerosos experimentos realizados con animales, ratas y monos principalmente, en las últimas décadas. Si, como ocurre en estos experimentos, las ratas se autoinyectan cocaína hasta morir, si prefieren ésta a la comida, o incluso si aceptan sufrir descargas eléctricas en sus hipersensibles patitas con tal de drogarse, es la prueba de que el demonio de “la droga” tiene un poder irresistible.


Pero en 1981, Bruce K. Alexander, un psicólogo curtido en el tratamiento y cuidado de heroinómanos, realizó una serie de experimentos con los que desmontó algunos mitos sobre la adicción.
Cuando Alexander vio dónde y cómo se hacían los experimentos con animales, llegó a la conclusión de que, en realidad, tales experimentos no demostraban nada. Que un aterrorizado mono, atado durante días, se autoinyecte morfina con su mano libre, o que una rata, con un catéter clavado en su cerebro, sufriendo un aislamiento y estrés brutales, se meta coca hasta morir, parece bastante lógico. “Yo haría lo mismo si me encontrara en esa situación” pensó Alexander. ¿Pero que ocurriría si estos experimentos se realizaran en un entorno realmente cómodo para las ratas? ¿Se engancharían tan fácilmente si en lugar de sucias y estrechas jaulas vivieran en un paraíso para roedores?
Para comprobarlo Alexander construyó este paraíso para roedores… y lo llamó parque de ratas.

Así describe Lauren Slater este pequeño edén para ratitas: “Alexander y sus compañeros de investigación, Robert Coambs y Patricia Hadaway, construyeron una colonia de viviendas de veinte metros cuadrados para sus ratas Wister de laboratorio. Caldearon el espacio convenientemente y lo regaron de deliciosas virutas de cedro y toda clase de pelotas de colores intensos, ruedas y latas. Puesto que iba a ser una colonia mixta, destinaron mucho espacio al apareamiento, rincones para el parto, lugares para que los dentudos machos deambularan a gusto y nidos cálidos para las hembras en época de cría”. En este edén pusieron 16 ratas, y a otras tantas en las clásicas jaulas de laboratorio, con poco espacio vital y aislamiento extremo y les dieron morfina disuelta en agua con sacarosa (para contrarrestar el sabor amargo de la morfina y seducir a las ratas, puesto que son muy golosas). La sacarosa fue aumentando poco a poco, es decir el agua era cada vez más dulce con lo que aumentaba el factor seducción. También les dieron agua normal del grifo.
El resultado fue que las ratas del parque preferían el agua normal al agua con morfina por muy dulce que estuviera, mientras que a las ratas de las jaulas les encantó desde el principio el agua con morfina, aunque estaba muy amarga, y la bebieron 16 veces más. Las ratas del parque probaron algunas veces el agua con morfina (más las hembras que los machos) pero siempre volvían al agua corriente.

Así valoró Alexander el experimento:

“Creemos que estos resultados son social y estadísticamente significativos. Si las ratas, en un ambiente razonablemente normal, se resisten a las drogas opiáceas, la idea de la «afinidad natural» es errónea, una extrapolación no válida de los resultados obtenidos con animales aislados. Estos descubrimientos son compatibles con la nueva interpretación «paliativa» de la adicción humana a los narcóticos si tenemos en cuenta que las ratas son por naturaleza extremadamente gregarios, activos y curiosos. El confinamiento en solitario produce un trastorno psíquico extraordinario en el ser humano; es posible que resulte igualmente estresante en otras especies sociables y que, por lo tanto, fuerce formas extremas de conducta paliativa, como recurrir a anestésicos y tranquilizantes potentes, la morfina en este caso. También puede ser que las ratas se resistan a la morfina precisamente por sus potentes efectos. Como tal, interfiere en la habilidad de la rata (o de la persona) para jugar, comer, aparearse y emprender otras conductas que hacen la vida gratificante”.


Alexander hizo otros experimentos similares en las que ratas ya adictas dejaban de serlo cuando se les daba la oportunidad (y las trasladaban al parque), con lo que demostró que la adicción no era un trastorno irreversible.
Sin embargo, cuando intentaron publicar los resultados en Science y en Nature fueron rechazados una y otra vez. Por fin, solo una revista de farmacología, Pharmacology, Biomestry and Behavior, muy poco conocida para el gran público, aunque respetada, accedió a publicar los descubrimientos de Alexander.
¿Por qué fueron marginadas las investigaciones de Alexander? Por qué no tuvieron al menos la misma oportunidad que otros experimentos contrarios?
Creo que la respuesta es obvia. Sus dos principales conclusiones -que no hay nada inherentemente adictivo en ninguna droga, y que el contacto repetido, incluso con las drogas más seductoras, no suele provocar adicción alguna-, son intolerables por las autoridades.
En pocas ramas de la ciencia (quizá en la genética) es tan complicado avanzar como en el estudio de las drogas, donde política y ciencia se confunden y se entorpecen mutuamente. El equilavelente en otra ciencia, por ejemplo la física, sería marginar a los científicos que proponen una teoría alternativa por no estar de acuerdo con la teoría de las supercuerdas.
Los detractores de Alexander alegan que éste no tiene en cuenta las “pruebas” científicas en las que se apoyan las últimas teorías oficialmente aceptadas: los escáneres PET, que muestran el cerebro de los adictos rojo de ansia, y los estudios que apuntan a una falta de dopamina en el cerebro en los drogodependientes debido al uso de dopamina importada, es decir, que si acostumbras al cerebro a que la cocaína te proporcione la dopamina (dicho grosso modo), éste pierde la facultad de producirla por sí mismo y entonces llega la ansiedad por la cocaína. Pero las cosas no están tan claras. Joe Dummit, profesor de psicología del MIT, dice al respecto: “Verá… los estudios de escáneres PET pueden ser poco fidedignos. Es fácil crear imágenes que parezca que ilustran un gran cambio, pero esas imágenes pueden ser engañosas, ¿quién sabe?” Y Alexander va más lejos: “Para empezar, no hay pruebas sólidas de que el agotamiento de la dopamina cause ansia y deseo de cocaína en las personas”. Quizás la prueba más sólida en favor de las teorías de Alexander es el hecho constatable de que la inmensa mayoría de las personas que consumen drogas (que no son pocas) nunca se engancha.

Además, hay un montón de buenos estudios que son muy fiables, ya que se realizaron esperando obtener los resultados contrarios. Por ejemplo, uno realizado sobre el crack, en 1990 en Estados Unidos: el 5,1 por ciento de la juventud americana había probado el crack al menos una vez en la vida, pero solo el 0,4 lo había probado en el mes en el que se hizo la encuesta, y menos del 0,05 % lo había consumido veinte veces o más en ese periodo.
“Por lo tanto –dice Alexander- parece que la droga más adictiva de la tierra no produce adicción persistente en más de un consumidor de cada cien”. ¿Y qué hay del síndrome de abstinencia? “Creo que el síndrome de abstinencia se exagera sistemáticamente, como las mismas drogas; es el cuento que hemos oído sobre las drogas y seguimos contándonoslo; es el paradigma según el cual los drogadictos interpretan como dolor insoportable lo que, en realidad, no es más que incomodidad. La inmensa mayoría de los heroinómanos que pasan por el síndrome de abstinencia sufren una especie de resfriado, eso es todo”.

Hoy en día, las investigaciones de Alexander siguen siendo ignoradas por el estamento médico oficial, que continúa con el viejo cuento de ese ente abstracto y demoníaco llamado “la droga”, culpable de todos los males de la sociedad. A su vez, Alexander les acusa de eliminar, con fines políticos, importante información científica sobre las complicaciones de la drogadicción. Pero él mismo está resignado a que no le hagan caso. Si le hicieran caso, los gobiernos tendrían que cambiar radicalmente sus políticas, tendrían que cambiar tantas cosas que es mejor no empezar a enumerar. Habría que crear un mundo cuasifeliz, menos alienado, donde todos diéramos y recibiéramos más amor y menos violencia, un mundo como el parque de las ratas, y eso no va a ocurrir.


[Poco después del experimento, la universidad le retiró la subvención y, en colaboración con organizaciones de los derechos de los animales que habían denunciado el sistema de ventilación del laboratorio de ratas, terminó cerrándolo definitivamente, abriéndolo pocos meses después como servicio de consulta para estudiantes... sin cambiar el sistema de ventilación. "Para las ratas no valía, pero para los seres humanos sí".
Puedes leer aquí un recomendable artículo de Bruce Alexander.
Extractos de Laures Slater: Cuerdos entre locos. Editorial Alba]

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Memex 2

martes, marzo 24, 2009 | Escrito por | Etiquetas

"Consideremos un aparato futuro de uso individual que es una especie de archivo privado mecanizado y biblioteca. Necesita un nombre, por decir uno al azar, valdrá memex. Un memex es un aparato en el que una persona almacena todos sus libros, archivos y comunicaciones y está mecanizado de modo que puede consultarse con excelente velocidad y flexibilidad. Es un suplemento aumentado íntimo de su memoria."
Vannevar Bush, As We May Think (1945)


Cabecera de una de las millones de páginas que tiene Daniel Tubau

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EP3 0

lunes, marzo 23, 2009 | Escrito por | Etiquetas

Leo en EP3, el suplemento rabiosamente joven de El País, la noticia sobre el escritor David Gilmour y su hijo adolescente Jesse (le permitió abandonar el colegio a cambio que viera con él tres películas a la semana durante tres años). Cuando estoy escribiendo sobre esto, me doy cuenta que lo verdaderamente sorprendente no es la noticia en sí, sino haber encontrado algo que me interese en este panfletucho.

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Alex Budovskiy 1

domingo, marzo 22, 2009 | Escrito por | Etiquetas

Alex Budovskiy (puedes ver aquí su canal en youtube) y Ania Sluchak realizaron esta pieza titulada Miró, para un programa infantil llamado Classical Baby.
[La música es una adaptación libre de Bach]

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Confesiones de un sordo genial 1

viernes, marzo 20, 2009 | Escrito por | Etiquetas

Nacido con un temperamento ardiente y vivaz, sensible a los goces de la sociedad, pronto tuve que renunciar a ellos para vivir una vida de reclusión. En ocasiones he tratado de olvidarlo todo. ¡Cuán cruelmente, sin embargo, he sido repelido por la dolorosa experiencia de mi oído defectuoso! Y no me era posible decir a las gentes “¡Hablad más alto, gritad, porque estoy sordo!” ¡Ay! ¿Cómo podía yo reclamar la falta de un sentido que debía poseer en más alto grado que ningún otro, un sentido que un tiempo poseí con más agudeza que cualquiera que mis colegas? ¡Ciertamente no puedo! Perdonadme, por tanto, si me veis retraído, cuando de buen grado estaría entre vosotros.


Carta de Ludwig van Beethoven (6 de octubre de 1802).

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Stan Vanderbeek 0

miércoles, marzo 18, 2009 | Escrito por | Etiquetas

La popular y excéntrica artista del collage Gloria vilches, está preparando un festival de películas de collage animado donde se podrán ver obras como Science Friction (1959) del pionero de la animación informática Stan Vanderbeek.

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Kalatozov, maestro del plano secuencia 1

martes, marzo 17, 2009 | Escrito por | Etiquetas

Probablemente los mejores travellings con grúa de la historia del cine los rodó Kalatozov. Un ejemplo extraído de la mítica Soy Cuba, del que tomó buena nota Paul Thomas Anderson cuando realizó Boogie Nights.
[En la película original la escena iba acompañada de otra música. Aquí han cambiado la BSO por el clásico de Deirdre Wilson Tabac I Can't Keep From Crying Sometimes.

]

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Psiquiatría loca 7

viernes, marzo 13, 2009 | Escrito por | Etiquetas


¿Qué ocurriría si se repitiese hoy el célebre experimento que el psicólogo David Rosenhan realizó en 1972? ¿Se obtendrían los mismos resultados?

Recordemos el experimento. Rosenhan pretendía comprobar si los psiquiatras de diferentes instituciones mentales eran capaces de distinguir entre cuerdos y enfermos mentales. Para ello llamó a ocho amigos y les preguntó “¿Tienes algo que hacer el mes que viene? ¿Tienes tiempo para fingir una enfermedad mental que te interne, y una vez dentro, ver lo que pasa?” Los falsos pacientes debían fingir solamente un síntoma: que, desde hacía tres semanas, oían de vez en cuando una voz que les decía “zas”. Rosenhan eligió esta palabra porque, -aparte de ser ridícula-, no se encontraba en la bibliografía psiquiátrica. No podían fingir ningún síntoma más, y además, si eran internados, debían advertir a los psiquiatras que ya estaban bien y que habían dejado de oír la voz. Los ocho voluntarios fueron ingresados, diagnosticados con esquizofrenia u otros trastornos graves, y tratados con diversa y abundante medicación. La mayoría estuvieron mucho tiempo internados (dos meses el que más), pese a que se comportaban con total normalidad y advertían reiteradamente a los doctores que se encontraban perfectamente.
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Curiosamente, los falsos pacientes fueron descubiertos por los pacientes reales. Muchos se les acercaron y les dijeron cosas del tipo “eres periodista ¿verdad?” o “Te has infiltrado para espiar el funcionamiento del hospital…”. Cuando Rosenhan publicó los resultados del experimento en Science, la credibilidad de la psiquiatría recibió un duro golpe.
Pero lejos de rendirse a la evidencia, algunos psiquiatras contraatacaron y retaron a Rosenhan a que volviera a enviar falsos pacientes. Rosenhan acordó con un hospital que durante tres meses enviaría un número indeterminado de falsos locos (por decirlo de alguna forma). Una vez acabado el plazo, el hospital anunció que había detectado, con grado alto de fiabilidad, a 41 falsos pacientes... ¡pero Rosenhan no había enviado ninguno!

Treinta y cuatro años después la psicóloga
Lauren Slater se propuso repetir de nuevo el experimento de Rosenhan. Antes, Lauren preguntó a Robert Spitzer, -uno de los psiquiatras que más se enfadó con Rosenhan en su momento-, que pasaría hoy si se repitiese en igualdad de condiciones. Spitzer aseguró que hoy sería imposible engañar a un psiquiatra como entonces hizo Rosenhan. Un paciente que se presentase en urgencias presentando sólo este síntoma, jamás sería ingresado ni medicado, “simplemente sería despachado con el diagnóstico de diferido” (diferido es una categoría especial que permite a los médicos clínicos aplazar el diagnóstico por falta de información).

Lauren no fue ingresada, pero el médico que la atendió le recetó rápidamente Risperdal, un medicamento antipsicótico. Lauren, (que lógicamente conoce bien el medicamento) le preguntó si le parecía psicótica: “un poco” le respondió el médico, “y además sufre de depresión, así que además le recetaré un antidepresivo”. Antes, el psiquiatra le había hecho diversas preguntas: ¿Come y duerme bien? ¿Ha tenido algún problema últimamente? ¿Algún antecedente traumático…? Lauren respondió que todo iba normalmente, comía y dormía bien, en el trabajo funcionaba perfectamente… todo normal. Lauren probó en otros siete hospitales. En todos fue diagnosticada con psicosis depresiva mientras la daban un montón de pastillas. ¿Cómo es posible? Lauren cree que la medicación condiciona el diagnóstico y no al revés. Como te voy a recetar Risperdal, te diagnosticaré algún tipo de psicosis, ya que no se puede dar este medicamento a un paciente no psicótico. Lauren llamó por teléfono a Spitzer para comunicarle los resultados del nuevo experimento. El viejo psiquiatra, que tanto había luchado en la defensa de su disciplina, se sintió terriblemente decepcionado. “No sé… creo que, simplemente a algunos médicos no les gusta decir no sé”.


[Fuente: Cuerdos entre locos/ Lauren Slater/ Editorial Alba]

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Film, film, film! 6

martes, marzo 10, 2009 | Escrito por | Etiquetas

En 1968, el maestro de la animación rusa Fyodor Khitruk realizó esta genial parodia del proceso de creación de una película -desde la escritura del guión hasta su presentación ante el público-, inspirándose en Sergei Eisenstein y los problemas que éste tuvo en el rodaje de Iván El Terrible.







Más información sobre la animación rusa en este artículo de Zoia Barash

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PES 0

jueves, marzo 05, 2009 | Escrito por | Etiquetas

Pequeñas maravillas en slow motion de PES

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Sasek 0

miércoles, marzo 04, 2009 | Escrito por | Etiquetas



Lola Puñales me ha recomendado este delicioso dibujante checo, Vladimir Sasek (1916-1980). Probablemente el lector, como me ocurre a mí, encontrará sus dibujos extrañamente familiares. Quizás es debido a que los conocimos de niños, puesto que Sasek fue un autor muy reconocido.
Entre su obra destaca la serie This is, compuesta de 18 libros dedicados a las principales ciudades del mundo, que siguen reeditándose continuamente. This is London y This Is Venice... se encuentran entre los más deseados.











Puedes ver más dibujos de Sasek aquí.

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El peor poeta del mundo 3

martes, marzo 03, 2009 | Escrito por | Etiquetas

Siempre he querido iniciar, como Martin Gardner, una colección de las peores poesías de la historia. Tener en un mismo estante a los poetas menos dotados y disfrutar del irresistible humor que, de manera involuntaria, emerge de la poesía cuando ésta es verdaderamente mala. ¿Quiénes son los peores poetas de la historia? No es fácil otorgar este título, porque, como dice Eduardo Stilman, quizá nada se produzca a ritmo más acelerado que la mala poesía.
Y sin embargo, no es fácil ser un poeta verdaderamente horrible, un Ed Wood de los versos. En palabras de Stilman: “la proporción adecuada de desmesurada ambición, temeraria confianza en si mismo y crasa incompetencia que requiere la misión del Gran Poeta Malo no está al alcance de aficionados. Hay que contar con ese indefinible don que convierte lo malo en execrable”.

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Ese don lo poseía por ejemplo, Julia A. Moore, autora estadounidense que tuvo -y sigue teniendo- un selecto grupo de admiradores que se tronchaban con sus poemas. Entre sus seguidores estaba Mark Twain, que aseguraba que Julia era su poeta favorito, y en ella se inspiró para crear el personaje de Emmeline Grangerford en Las aventuras de Huckleberry Finn. Su libro La dulce cantante de Michigan es todo un clásico. Tras el gran incendio de Chicago de 1871, las musas llamaron a la puerta de Julia:

The great Chicago Fire, friends,
Will never be forgot;
In the history of Chicago
It will remain a darken spot.
It was a dreadful horrid sight
To see that City in flames;
But no human aid could save it,
For all skill was tried in vain.

Al mismo nivel debemos situar a Miranda Kropp, cuya poesía completa estaba entre los tesoros más preciados de Martin Gardner. He aquí un ejemplo de su arte. Se trata de las dos primeras estrofas de su poema “Un borracho (una historia real)”

The was a man, David Church by name,
He had a wife and family the same,
He had genius, and a good trade,
But drunk up every cent he made.

He owned a house, and a small farm,
But he drunk more as the day rolled on,
Lower and lower, did he sink,
Until he did nothing but drink, drink.

[Había un hombre, de nombre David Church,
Tenía mujer y familia también,
Un oficio y buen talento tenía,
Pero cuanto ganaba se lo bebía.

Tenía casa y una pequeña granja,
Pero más bebía a medida que el día pasaba,
Se iba hundiendo más y más,
Hasta que solo bebía y nada más].

(Traducción de Joseph María Llosa).

Y llegamos al que para muchos es el peor poeta de la historia, el escocés William Topaz McGonagall. Aunque nació y murió en Edimburgo, pasó la mayor parte de su vida en Dundee, bella ciudad famosa por el puente que cruza el río Tay. Así expresaba Mc Gonagall la belleza de estos parajes:

El Tay, el Tay, el Tay, quién lo diría,
Corre de Perth a Dundee todo el día.

O estos versos, que tampoco son mancos:

Hermoso puente ferroviario sobre el plateado Tay
Con tus arcos y pilares como otros no hay,
Y tus vigas centrales, que se muestran al ojo,
Elevándose hacia el cielo con intrépido arrojo.

Hoy en día, plazas y calles llevan el nombre de Mc Gonagall en Dundee, pero en vida fue humillado hasta la extenuación. Como ocurría en la película La cena de los idiotas, Mc Gonagall era invitado a recitales por malvados admiradores con el único objetivo de mofarse de él.

William fue un fruto tardío, un honrado tejedor que se formó como autor de manera autodidacta. Como él mismo decía: “William McGonagall, como su tocayo Shakespeare, aprendió más de la naturaleza que en la escuela”. Cuando tenía cuarenta y siete años, la inspiración hizo acto presencia y le empujó a la creación lírica: “Fue tan extraño, imaginé que tenía una pluma en mi mano derecha, y que una voz gritaba: ¡Escribe! ¡Escribe!” Su obra es ingente, pero nunca llegó a cobrar por ninguno de sus poemas, a excepción de un eslogan publicitario para el jabón Sunlight:

Lavará usted con presteza asombrosa,
Sin estropearse espalda ni cerviz.
¡Ni cuando lave la ropa más roñosa
Chorreará el sudor de su nariz!

Pero como cuenta Stilman “la tragedia aparecería en su vida cuando “los arcos, pilares y vigas centrales” de su amado puente sobre el río Tay, inaugurado en 1878, en vez de “elevarse hacia el cielo con intrépido arrojo”, estrepitosamente se hundieron al paso de un tren durante la noche del 29 de setiembre de 1879, matando a todos los pasajeros, y desencadenando en McGonagall, además del correspondiente poema alegórico, una depresión que casi lo hizo abandonar la poesía”. Por suerte el puente fue reconstruido en 1887 y el mundo recuperó un genio inigualable.

Lo más curioso de McGonagall es que él siempre confió en su talento. Cuando murió el poeta Alfred Tennyson, por entonces el favorito de la reina Victoria, McGonagall se acercó hasta el Castillo de Balmoral, “con sus libros bajo el brazo, para reclamar el puesto de Poeta Laureado a la Reina Victoria. No pudo verla, y se le dijo que si volvía a aparecer por allí, sería arrestado (la reina otorgó el cargo a Alfred Austin, escritor mediocre mucho menos simpático que el escocés)”.
Esta ilimitada confianza en sí mismo permitió que el pobre Mc Gonagall fuera objeto de las bromas más crueles. Una falsa invitación para que hiciera una gira de recitados por los Estados Unidos lo llevó hasta Nueva York, a donde llegó casi sin dinero, quizá esperando forrarse con su arte. Un amigo tuvo que rescatarle enviándole dinero desde Escocia. Otra falsa invitación (supuestamente del gran dramaturgo Dion Boucicault, que lo invitaba a realizar una gira por el interior de Inglaterra) lo llevó a Londres, donde también fue burlado. Ya vivía en Perth, cuando “C. McDonald, Poeta Laureado de Birmania”, le comunicó, también por carta, que el rey de Birmania y las Islas Andaman lo había hecho Caballero de la Orden del Elefante Blanco. Desde entonces, McGonagall usó su nuevo título en cada ocasión posible, pero se abstuvo de viajar a la India; quizá porque había escarmentado, quizá debido a la advertencia de que el rey de Birmania “no ofendería su sensibilidad ofreciéndole sucio lucro como paga por lo que usted pueda componer en su honor tras recibir la insignia de la Santa Orden”. Hoy en día Mc Gonagall es el héroe local de Dundee. En la conmemoración del centenario de su muerte, Iain Luke, miembro del parlamento, le recordaba así:
“McGonagall es un típico personaje de Dundee. Se le ame o se le odie, no se puede negar que tenía una fuerte personalidad, apasionada por la poesía y por Dundee. Su uso verdaderamente catastrófico del metro y la rima y su inquebrantable confianza en sí mismo le han ganado la consideración de los corazones de miles de fanáticos en todo el mundo.”





[Parece ser que hay una película basada en este entrañable personaje, “El gran Mc Gonagall” de 1975, con Peter Sellers haciendo de la reina Victoria, pero no he conseguido localizarla]

Extractos de Eduardo Stilman: Revista de la Federación Argentina de Cardiología.

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