Siempre he querido iniciar, como Martin Gardner, una colección de las peores poesías de la historia. Tener en un mismo estante a los poetas menos dotados y disfrutar del irresistible humor que, de manera involuntaria, emerge de la poesía cuando ésta es verdaderamente mala. ¿Quiénes son los peores poetas de la historia? No es fácil otorgar este título, porque, como dice Eduardo Stilman, quizá nada se produzca a ritmo más acelerado que la mala poesía.
Y sin embargo, no es fácil ser un poeta verdaderamente horrible, un Ed Wood de los versos. En palabras de Stilman: “la proporción adecuada de desmesurada ambición, temeraria confianza en si mismo y crasa incompetencia que requiere la misión del Gran Poeta Malo no está al alcance de aficionados. Hay que contar con ese indefinible don que convierte lo malo en execrable”.
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Ese don lo poseía por ejemplo, Julia A. Moore, autora estadounidense que tuvo -y sigue teniendo- un selecto grupo de admiradores que se tronchaban con sus poemas. Entre sus seguidores estaba Mark Twain, que aseguraba que Julia era su poeta favorito, y en ella se inspiró para crear el personaje de Emmeline Grangerford en Las aventuras de Huckleberry Finn. Su libro La dulce cantante de Michigan es todo un clásico. Tras el gran incendio de Chicago de 1871, las musas llamaron a la puerta de Julia:
The great Chicago Fire, friends,
Will never be forgot;
In the history of Chicago
It will remain a darken spot.
It was a dreadful horrid sight
To see that City in flames;
But no human aid could save it,
For all skill was tried in vain.
Al mismo nivel debemos situar a Miranda Kropp, cuya poesía completa estaba entre los tesoros más preciados de Martin Gardner. He aquí un ejemplo de su arte. Se trata de las dos primeras estrofas de su poema “Un borracho (una historia real)”
The was a man, David Church by name,
He had a wife and family the same,
He had genius, and a good trade,
But drunk up every cent he made.
He owned a house, and a small farm,
But he drunk more as the day rolled on,
Lower and lower, did he sink,
Until he did nothing but drink, drink.
[Había un hombre, de nombre David Church,
Tenía mujer y familia también,
Un oficio y buen talento tenía,
Pero cuanto ganaba se lo bebía.
Tenía casa y una pequeña granja,
Pero más bebía a medida que el día pasaba,
Se iba hundiendo más y más,
Hasta que solo bebía y nada más].
(Traducción de Joseph María Llosa).
Y llegamos al que para muchos es el peor poeta de la historia, el escocés William Topaz McGonagall. Aunque nació y murió en Edimburgo, pasó la mayor parte de su vida en Dundee, bella ciudad famosa por el puente que cruza el río Tay. Así expresaba Mc Gonagall la belleza de estos parajes:
El Tay, el Tay, el Tay, quién lo diría,
Corre de Perth a Dundee todo el día.
O estos versos, que tampoco son mancos:
Hermoso puente ferroviario sobre el plateado Tay
Con tus arcos y pilares como otros no hay,
Y tus vigas centrales, que se muestran al ojo,
Elevándose hacia el cielo con intrépido arrojo.
Hoy en día, plazas y calles llevan el nombre de Mc Gonagall en Dundee, pero en vida fue humillado hasta la extenuación. Como ocurría en la película La cena de los idiotas, Mc Gonagall era invitado a recitales por malvados admiradores con el único objetivo de mofarse de él.
William fue un fruto tardío, un honrado tejedor que se formó como autor de manera autodidacta. Como él mismo decía: “William McGonagall, como su tocayo Shakespeare, aprendió más de la naturaleza que en la escuela”. Cuando tenía cuarenta y siete años, la inspiración hizo acto presencia y le empujó a la creación lírica: “Fue tan extraño, imaginé que tenía una pluma en mi mano derecha, y que una voz gritaba: ¡Escribe! ¡Escribe!” Su obra es ingente, pero nunca llegó a cobrar por ninguno de sus poemas, a excepción de un eslogan publicitario para el jabón Sunlight:
Lavará usted con presteza asombrosa,
Sin estropearse espalda ni cerviz.
¡Ni cuando lave la ropa más roñosa
Chorreará el sudor de su nariz!
Pero como cuenta Stilman “la tragedia aparecería en su vida cuando “los arcos, pilares y vigas centrales” de su amado puente sobre el río Tay, inaugurado en 1878, en vez de “elevarse hacia el cielo con intrépido arrojo”, estrepitosamente se hundieron al paso de un tren durante la noche del 29 de setiembre de 1879, matando a todos los pasajeros, y desencadenando en McGonagall, además del correspondiente poema alegórico, una depresión que casi lo hizo abandonar la poesía”. Por suerte el puente fue reconstruido en 1887 y el mundo recuperó un genio inigualable.
Lo más curioso de McGonagall es que él siempre confió en su talento. Cuando murió el poeta Alfred Tennyson, por entonces el favorito de la reina Victoria, McGonagall se acercó hasta el Castillo de Balmoral, “con sus libros bajo el brazo, para reclamar el puesto de Poeta Laureado a la Reina Victoria. No pudo verla, y se le dijo que si volvía a aparecer por allí, sería arrestado (la reina otorgó el cargo a Alfred Austin, escritor mediocre mucho menos simpático que el escocés)”.
Esta ilimitada confianza en sí mismo permitió que el pobre Mc Gonagall fuera objeto de las bromas más crueles. Una falsa invitación para que hiciera una gira de recitados por los Estados Unidos lo llevó hasta Nueva York, a donde llegó casi sin dinero, quizá esperando forrarse con su arte. Un amigo tuvo que rescatarle enviándole dinero desde Escocia. Otra falsa invitación (supuestamente del gran dramaturgo Dion Boucicault, que lo invitaba a realizar una gira por el interior de Inglaterra) lo llevó a Londres, donde también fue burlado. Ya vivía en Perth, cuando “C. McDonald, Poeta Laureado de Birmania”, le comunicó, también por carta, que el rey de Birmania y las Islas Andaman lo había hecho Caballero de la Orden del Elefante Blanco. Desde entonces, McGonagall usó su nuevo título en cada ocasión posible, pero se abstuvo de viajar a la India; quizá porque había escarmentado, quizá debido a la advertencia de que el rey de Birmania “no ofendería su sensibilidad ofreciéndole sucio lucro como paga por lo que usted pueda componer en su honor tras recibir la insignia de la Santa Orden”. Hoy en día Mc Gonagall es el héroe local de Dundee. En la conmemoración del centenario de su muerte, Iain Luke, miembro del parlamento, le recordaba así:
“McGonagall es un típico personaje de Dundee. Se le ame o se le odie, no se puede negar que tenía una fuerte personalidad, apasionada por la poesía y por Dundee. Su uso verdaderamente catastrófico del metro y la rima y su inquebrantable confianza en sí mismo le han ganado la consideración de los corazones de miles de fanáticos en todo el mundo.”
[Parece ser que hay una película basada en este entrañable personaje, “El gran Mc Gonagall” de 1975, con Peter Sellers haciendo de la reina Victoria, pero no he conseguido localizarla]
Extractos de Eduardo Stilman: Revista de la Federación Argentina de Cardiología.
3 Reply to "El peor poeta del mundo"
Anónimo on 15 de junio de 2009, 6:48
aprovecho mis 5 minutos del té para mandarte un proverbio chino que leí ayer en el periódico (y yo, que soy rubia de bote, llegué a él atraída por la foto de la pataky y su nuevo papel en la peli de bigas luna, no vayas a creer...): "Si quieres ser feliz una hora, emborráchate. Si quieres ser feliz un día, mata un cerdo. Si quieres ser feliz una semana, haz un viaje. Si quieres ser feliz un año, cásate. Si quieres ser feliz toda tu vida, cultiva un huerto." Me gusta este pequeño huerto, aunque ya te lo había dicho.
Departamento de Sinología on 6 de septiembre de 2009, 14:05
Disiento:
el peor poeta de mundo es éste.
Anónimo on 17 de octubre de 2011, 11:37
¿Qué es un mal poema? ¿Cuáles son los criterios a tener en cuenta para juzgarlo?
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