¿Qué ocurriría si se repitiese hoy el célebre experimento que el psicólogo David Rosenhan realizó en 1972? ¿Se obtendrían los mismos resultados?
Recordemos el experimento. Rosenhan pretendía comprobar si los psiquiatras de diferentes instituciones mentales eran capaces de distinguir entre cuerdos y enfermos mentales. Para ello llamó a ocho amigos y les preguntó “¿Tienes algo que hacer el mes que viene? ¿Tienes tiempo para fingir una enfermedad mental que te interne, y una vez dentro, ver lo que pasa?” Los falsos pacientes debían fingir solamente un síntoma: que, desde hacía tres semanas, oían de vez en cuando una voz que les decía “zas”. Rosenhan eligió esta palabra porque, -aparte de ser ridícula-, no se encontraba en la bibliografía psiquiátrica. No podían fingir ningún síntoma más, y además, si eran internados, debían advertir a los psiquiatras que ya estaban bien y que habían dejado de oír la voz. Los ocho voluntarios fueron ingresados, diagnosticados con esquizofrenia u otros trastornos graves, y tratados con diversa y abundante medicación. La mayoría estuvieron mucho tiempo internados (dos meses el que más), pese a que se comportaban con total normalidad y advertían reiteradamente a los doctores que se encontraban perfectamente.
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Curiosamente, los falsos pacientes fueron descubiertos por los pacientes reales. Muchos se les acercaron y les dijeron cosas del tipo “eres periodista ¿verdad?” o “Te has infiltrado para espiar el funcionamiento del hospital…”. Cuando Rosenhan publicó los resultados del experimento en Science, la credibilidad de la psiquiatría recibió un duro golpe.
Pero lejos de rendirse a la evidencia, algunos psiquiatras contraatacaron y retaron a Rosenhan a que volviera a enviar falsos pacientes. Rosenhan acordó con un hospital que durante tres meses enviaría un número indeterminado de falsos locos (por decirlo de alguna forma). Una vez acabado el plazo, el hospital anunció que había detectado, con grado alto de fiabilidad, a 41 falsos pacientes... ¡pero Rosenhan no había enviado ninguno!
Treinta y cuatro años después la psicóloga
Lauren Slater se propuso repetir de nuevo el experimento de Rosenhan. Antes, Lauren preguntó a Robert Spitzer, -uno de los psiquiatras que más se enfadó con Rosenhan en su momento-, que pasaría hoy si se repitiese en igualdad de condiciones. Spitzer aseguró que hoy sería imposible engañar a un psiquiatra como entonces hizo Rosenhan. Un paciente que se presentase en urgencias presentando sólo este síntoma, jamás sería ingresado ni medicado, “simplemente sería despachado con el diagnóstico de diferido” (diferido es una categoría especial que permite a los médicos clínicos aplazar el diagnóstico por falta de información).
Lauren no fue ingresada, pero el médico que la atendió le recetó rápidamente Risperdal, un medicamento antipsicótico. Lauren, (que lógicamente conoce bien el medicamento) le preguntó si le parecía psicótica: “un poco” le respondió el médico, “y además sufre de depresión, así que además le recetaré un antidepresivo”. Antes, el psiquiatra le había hecho diversas preguntas: ¿Come y duerme bien? ¿Ha tenido algún problema últimamente? ¿Algún antecedente traumático…? Lauren respondió que todo iba normalmente, comía y dormía bien, en el trabajo funcionaba perfectamente… todo normal. Lauren probó en otros siete hospitales. En todos fue diagnosticada con psicosis depresiva mientras la daban un montón de pastillas. ¿Cómo es posible? Lauren cree que la medicación condiciona el diagnóstico y no al revés. Como te voy a recetar Risperdal, te diagnosticaré algún tipo de psicosis, ya que no se puede dar este medicamento a un paciente no psicótico. Lauren llamó por teléfono a Spitzer para comunicarle los resultados del nuevo experimento. El viejo psiquiatra, que tanto había luchado en la defensa de su disciplina, se sintió terriblemente decepcionado. “No sé… creo que, simplemente a algunos médicos no les gusta decir no sé”.
[Fuente: Cuerdos entre locos/ Lauren Slater/ Editorial Alba]
7 Reply to "Psiquiatría loca"
Barbara Celis on 13 de marzo de 2009, 19:44
Uf, leer esto me ha puesto los pelos de punta. Es posible que no existan profesionales en esto de la psiquiatría? Yo sólo conozco un par de experiencias positivas con 'loqueros', el resto han sido traumáticas (para la mayoría de los pacientes psiquiátricos que he conocido). No sé pensar, pero me aterroriza imaginarme que un día yo podría sufrir algún tipo de trastorno depresivo y cualquier degenerado con bata podría encerrarme y diagnosticarme enfermedades que no tengo y alterar para siempre la química de mi cabeza. Socorro!!!
Barbara Celis on 13 de marzo de 2009, 19:45
Castillo, por qué lees estas cosas?
puntomatic on 13 de marzo de 2009, 21:57
Yo qué sé el porqué leo estas cosas! Supongo que la cabra tira al monte.
Santiago on 15 de marzo de 2009, 6:03
Este comentario ha sido eliminado por el autor.Santiago on 15 de marzo de 2009, 6:04
Hay una explicación directa al asunto que se refiere al hecho del funcionamiento de la praxis siquiátrica. El diagnóstico suele realizarse mediante la aplicación de una serie de tablas de verificación y simplificarse con criterios de efectividad. Efectividad médica de rentabilidad y viabilidad comercial proveniente de la aportación material de los laboratorios fabricantes de medicamentos siquiátricos.
Ya sabes que tengo referencias al respecto y los demás sabed que, gracias a Dios, tengo esas referencias sólo por haber trabajado cerca de ellos y no por experiencias personales o familiares.
Saludos.
Anónimo on 1 de abril de 2009, 3:07
No sabía que tenías un blog tan interesante !!Me lo recomendó ayer Gloria, que me llamó para ver que tal ...
Seguiré la ruta que marcan tus palabras en la red, para descubrir nuevos mundos :)
Un beso
LOLA PUÑALES
german on 24 de enero de 2016, 20:53
yo creo que sería peor, porque ahora algunos profesionales de la salud mental no están capacitados ni tienen la especialidad necesaria para tratar temas de salud mental, ilegalesinternamientosperu.blogspot.com, no es lo mismo un psiquiatra general que no sabe nada de temas de adolescentes o niños o de personas de la tercera edad. Ahora hay mucho intrusismo en el campo de la salud mental.
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