Mutantes 1

miércoles, febrero 18, 2009 | Escrito por | Etiquetas




¿Quienes son mutantes? Mutantes somos todos, pero unos más que otros, dice Armand Marie Leroi en su apasionante libro. Las mutaciones surgen de los errores cometidos por la maquinaria que copia o repara el ADN. Estas mutaciones alteran el significado de los genes, deconstruyen el cuerpo, lo que puede provocar terribles deformaciones. Pero no todas las mutaciones dan lugar a monstruos como James Merrick, el famoso hombre elefante. Algunas consiguen pasar desapercibidas. Según Leroi, llamar mutante a una persona que presenta una mutación de la secuencia de un gen concreto, es una distinción odiosa: “Es dar a entender, como mínimo, que se desvía de un ideal de perfección. No obstante, los humanos se diferencian unos de otros de muchas maneras y esas diferencias son, al menos en parte, heredadas. ¿Quién de nosotros posee el genoma de genomas, el genoma mediante el cual todos los demás serán juzgados? La concisa repuesta es que nadie”. La probabilidad de nacer con una o muchas mutaciones es altísima. Algunas no tienen efectos visibles, pero otras hacen que nos cueste reconocer como humanos a quien las sufre. Se trata de una cruel lotería en la que intervienen muchos factores, internos, como la herencia genética, pero también externos, como son por ejemplo algunos productos químicos, de los que se sabe ya con seguridad que son los responsables de algunas deformaciones terribles. Hoy en día los mutantes siguen siendo maltratados, -cuando no asesinados-, como les ocurre a los albinos en algunas partes de África. Uno se estremece al imaginar lo que debieron sufrir los mutantes a lo largo de la cruel historia humana. Un niño que naciera con algún trastorno físico grave era considerado una maldición, un castigo divino, una profecía o cualquier cosa aún peor. La mayoría de los mutantes eran asesinados al poco de nacer, pero algunos llegaron milagrosamente a la edad adulta y dejaron increíbles historias. El caso que más me ha impactado es el ocurrido en Sudáfrica a principios de los años setenta, y que, aparte de merecer una película, parece un raro y bello ejemplo de justicia divina:

En 1973, mientras el gobierno sudafricano seguía avergonzando al mundo por su sistema de apartheid, Rita Hoefling era una acomodada ama de casa, blanca como la nieve, que vivía en Ciudad de Cabo. Hasta ese momento, Rita había disfrutado de la comodidad y seguridad que otorgaba el pertenecer a la clase dominante, hasta que un buen día empezó a volverse negra. Le diagnosticaron la enfermedad de Cushing, un trastorno causado por hiperactividad de las glándulas suprarrenales. Le extirparon las glándulas y durante un tiempo no hubo ningún problema, hasta que Rita se dio cuenta de que la piel se le estaba volviendo bastante oscura. “No era sólo un ligero bronceado, sino un color bronce oscuro que transformó todo su aspecto: de hecho la hizo parecer una kleurling (de color, en afrikáans)”. Las primeras humillaciones fueron pequeñas, propias de un apartheid leve. Un chófer cumplidor la echó de la zona “sólo para blancos” del autobús, y la obligaron a llevar una tarjeta que explicaba y justificaba su piel oscura. Pero en aquella época, cualquier sudafricano blanco se erigía en comisario de la raza, y Rita tuvo que mudarse a otro barrio. Pero sus nuevos vecinos tampoco la querían cerca y redactaron una protesta. Todo esto en Ciudad del Cabo, que es la ciudad más tolerante y cosmopolita de Sudáfrica. Pero no sólo Rita se vio afectada. Su hija fue expulsada de un autobús porque el chófer (¡qué celo profesional!) reconoció a la muchacha por haberla visto varias veces con Rita. Cuando el padre de ésta murió, su madre no le permitió asistir al funeral: “No quiero que tu cuerpo negro me avergüence en el funeral de tu padre”. Rita fue expulsada de la comunidad blanca, pero afortunadamente recibió la amistad y el apoyo de los negros. Le dieron la bienvenida a sus hogares de los distritos segregados e impidieron que se volviera loca. Rita aprendió xhosa con fluidez, un idioma nada fácil. Pero la historia, como en cualquier guión cinematográfico, guardaba un nuevo giro. En 1978, Rita se volvió de nuevo blanca de manera espontánea. Intentó volver a su antigua vida, pero su marido –un ex oficial de la Armada Real- y sus hijos, la habían abandonado. Durante los últimos diez años de su vida vivió de la caridad y de una pequeña pensión, pasando de una habitación sórdida a otra en lo suburbios de Ciudad del Cabo, hasta que en una de estas habitaciones, murió de neumonía.

[Rita padecía un trastorno llamado síndrome de Nelson, que se da en uno de cada tres pacientes a quienes se les extirpa la glándula suprarrenal. Una de las tareas de esta glándula consiste (más o menos como hace la tiroides) en mantener controlada la hipófisis. En ausencia de la glándula suprarrenal, la pituitaria de Rita comenzó a crecer, se hinchó y produjo un exceso de hormona pituitaria, lo que provocó que se le oscureciera la piel].

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1 Reply to "Mutantes"

Beth on 8 de junio de 2009, 11:42

tu sabes si acaso se puede mutar el corazón?

 
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