Del amor (2) 2

domingo, diciembre 14, 2008 | Escrito por | Etiquetas

“Cuando miramos a alguien [un ángel] desde una posición de amor no correspondido, e imaginamos los placeres que podría brindarnos estar con él en el cielo, tendemos a pasar por alto un importante peligro: con qué rapidez podría palidecer su atractivo si él también empezara a amarnos. Nos enamoramos porque deseamos huir de nosotros mismo con alguien que sea tan bello, inteligente e ingenioso como nosotros somos feos, necios e insulsos. Pero ¿qué pasaría si aquel ser perfecto cambiara un día de parecer y decidiera corresponder a nuestro amor? Quedaríamos, sin duda, un tanto impresionados, ya que ¿puede ser tan maravilloso como habíamos esperado si tiene el mal de gusto de aceptar a alguien como nosotros? Si, para amar, debemos creer que el ser amado nos supera en cierta medida, ¿no surge una cruel paradoja cuando corresponde a nuestro amor? Eso nos lleva a preguntarnos si él/ella es tan maravilloso/a, ¿cómo es posible que pueda amar a alguien como yo?”.



La célebre frase de Groucho Marx, “nunca pertenecería a un club que aceptara a alguien como yo”, viene a decir lo mismo y además con más gracia, por eso De Botton cataloga este fenómeno, (sin duda el más absurdo de cuantos componen la experiencia amorosa), como una forma de marxismo. Es una contradicción ridícula, y sin embargo casi todo el mundo pasa por ella en algún momento de su vida. Cuanto menos nos queramos, más grouchomarxistas seremos. ¿Qué he hecho yo para que me quieras? ¿Cómo puedes admirarme si yo mismo me considero indigno de ser admirado? ¿Cómo explicar tamaña sinrazón? De Botton considera que el marxista es más feliz mientras su amor no sea recíproco porque “el amor no correspondido puede ser muy doloroso, pero no conlleva riesgos, no causa daño sino a quien lo padece, es un dolor privado en la medida en que lo provoca uno mismo. Pero cuando es correspondido, hay que prepararse para renunciar a la aceptación pasiva de los golpes y asumir la responsabilidad de golpear también uno mismo.”

La inseguridad que nos atenaza cuando el ser deseado empieza a amarnos es el primer síntoma del marxismo. Nos irritamos y nos peleamos no porque haya realmente un motivo, sino porque el marxista que llevamos dentro ha empezado a ver en el ser amado las mismas carencias y debilidades que tiene él. O quizás no era amor lo que buscábamos sino tan sólo alguien en quien creer, un ser superior con el que fantaseamos, y que baja a nuestro nivel por el simple hecho de amarnos. Todo esto es tan ridículo que cuesta hablar de ello en serio, pero en la cultura occidental hay una larga tradición que sostiene que en el fondo, el amor solo puede concebirse como un ejercicio de admiración marxista no correspondido. Algunos ejemplos: Montaigne: “En el amor no hay más que un frenético deseo de lo que huye de nosotros. Anatole France “No es habitual amar lo que se tiene”. Stendhal: “El amor sólo puede surgir del miedo a perder al ser amado. Denis de Rougemont: “El obstáculo más serio es el que se prefiere a todos los demás. Es el más indicado para intensificar la pasión”. Roland Barthes “El deseo se limita a un anhelo de lo que es por definición inalcanzable”.

| edit post
-->